Cómo encontrarle sentido a la vida

Peter metió la llave en la puerta de la casa de su infancia y la abrió. Las sábanas empolvadas cubrían los muebles, exactamente como los había dejado hacía seis años, cuando su madre murió. Caminó lentamente hasta el centro de la habitación. Inhaló el olor viejo y familiar de la infancia, con la esperanza de sentir algo de consuelo.

Pero sintió el mismo vacío que lo había perseguido durante meses. 

Era una tenebrosa sensación de dolor que ningún tipo de fiestas, bebidas, medicamentos ni el sueño podían ahuyentar. El entumecimiento lo perseguía en su acelerada vida urbana, y lo siguió en el largo camino hasta su casa de la infancia en el campo. Había pensado que volver a casa le traería recuerdos felices, pero ya no era lo mismo. 

“¿De qué sirve?” —preguntó Peter en voz alta—. “Naces, trabajas de sol a sol, ves morir a tu familia y luego también mueres tú. ¿Es eso todo lo que obtenemos de la vida?” 

Frustrado, salió y se sentó. ¡Un viaje tan largo para nada! pensó. ¿Por qué debería molestarme en vivir?

Sentimientos extraños

Apoyó la cabeza entre sus manos y durante mucho tiempo pensó acerca de la vida. Cuando finalmente miró hacia arriba, el sol había bajado en el horizonte. Brillantes pinceladas de rojo y naranja pintaban el cielo. Por un momento, la escena le llamó la atención a Peter. La exuberante belleza del cielo hizo que su corazón se estremeciera de una manera extraña. Sentía que la belleza y la bondad todavía existían en algún lugar “allá afuera”, en algún lugar más allá de su alcance.

Se quedó afuera hasta que los últimos rayos de color se desvanecieron y aparecieron las estrellas. En el campo, bien lejos de la ciudad, las estrellas brillaban vívidamente contra un cielo negro aterciopelado. Peter se sentía pequeño e insignificante. De repente, mientras miraba hacia arriba, sintió una presencia invisible e inexplicable, como si no estuviera solo. Miró a su alrededor, pero no vio a nadie.

“Dios, ¿existes?”, preguntó al cielo. Se agitaron sentimientos extraños en su pecho.

Peter, como la mayoría de los jóvenes de su país, no era particularmente religioso. A menudo participaba de celebraciones religiosas con parientes mayores, pero el ajetreo de su carrera dejaba poco tiempo para pensar en cuestiones espirituales. Y, sin embargo, sabía que no era fácil descartar la posibilidad de que existiera un Creador.

Leyes y diseño sistemáticos

Peter había estudiado biología en el colegio, y a menudo se había sorprendido por el orden y el diseño sofisticados que se evidencian en los organismos vivos. Si el increíble mundo natural había sido diseñado de manera inteligente, entonces tal vez también había algún significado para su vida.

Pensó en las leyes y las regularidades sistemáticas de la naturaleza. Como amante de la ciencia, sabía que podía entender y aprender sobre la naturaleza, porque las reglas son siempre las mismas. La masa de un electrón es la misma en todas partes; la velocidad de la luz es constante; y la fuerza gravitacional sigue siendo la misma sin ningún cambio aleatorio. La ciencia nunca sería posible si no hubiera leyes científicas, pensó Peter. Y, sin embargo, las leyes tienen legisladores, ¿verdad?

Peter pensó en que la necesidad de un “legislador” también se aplicaba al problema del origen de la vida. Ningún laboratorio del mundo descubrió jamás cómo crear vida a partir de la materia inerte. ¿De dónde había salido el primer organismo vivo? ¿Podría realmente ser que la vida fuera el resultado de un accidente químico? Tal vez también había un Dador de la vida.

El Universo parecía demasiado preciso, demasiado equilibrado, para ser el resultado de la casualidad. Peter sintió la impresión de que su vida no era trivial. El mundo, que a veces era tan hostil, también era un lugar donde la vida podía desarrollarse y prosperar. Había experimentado pérdida y dolor, pero también bondad, consuelo y amor.

Cómo descubrir el propósito de la vida

Mientras la luna se elevaba en lo alto del cielo nocturno, Peter volvió adentro, con la esperanza de dormir un poco. Pero, acostado en el dormitorio oscuro, parecía que no podía calmar su mente. Anhelaba saber si su vida tenía algún tipo de propósito. 

Sacó su smartphone y comenzó a buscar en internet el concepto del diseño inteligente. “A nuestro alrededor, la naturaleza revela las huellas dactilares de Dios”, declaraba un sitio web. Sintió el corazón extrañamente cálido.

Hizo clic en otro enlace y, de repente, estaba leyendo un pasaje de las Escrituras cristianas: la Biblia.

“Adoren al que hizo los cielos, la tierra, el mar y todos los manantiales de agua”, decía (Apocalipsis 14:7).

La idea inundó su corazón con una sensación de tranquilidad y paz que no había experimentado en mucho tiempo. Si Dios (un Diseñador inteligente) existiera, tendría sentido adorarlo.

Peter no sabía exactamente cómo se hacía eso, pero decidió ser honesto. “Dios —habló en la oscuridad—, tengo muchas preguntas, pero estoy dispuesto a considerar la posibilidad de que existas. Y si existes, quiero adorarte. Porque, si tú me hiciste, eso significa que mi vida no es un accidente”.

Mientras hablaba en voz baja en la habitación, sintió la misma presencia de nuevo, pero de manera más poderosa. Era como si estuviera envuelto en una cálida y reconfortante manta, como un abrazo. 

“Dios, voy a buscarte”, prometió Peter, y sintió como si una pieza del rompecabezas hiciera clic en su lugar. Todavía no sabía lo que iba a descubrir, pero, por ahora, era suficiente. 

Si deseas aprender más sobre el Creador y sus propósitos para tu vida, por favor contáctanos utilizando la información que se encuentra al dorso de este folleto.